Barreras para el manejo de la EIA desde el punto de vista clínico: Part 3

Barreras para el manejo de la EIA desde el punto de vista clínico: Part 3

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Las escalas disponibles para estimar la madurez del esqueleto

Escalas de Risser y Sanders

La naturaleza y el momento de la intervención para el EIA dependen de la severidad de la curva y el potencial de progresión de la misma, ya que la deformidad puede progresar rápidamente durante los periodos de mayor crecimiento. Por lo tanto, estimar con precisión el grado de madurez del esqueleto y el potencial de crecimiento residual es fundamental para orientar el tratamiento.

Las clasificaciones de Risser y Sanders son los sistemas basados en imágenes más utilizados para evaluar la madurez del esqueleto.

La escala de Risser

 Se basa en el grado de la osificación de la apófisis ilíaca como indicador del cese del crecimiento vertebral.

Los pacientes progresan desde el estadio 1, que corresponde a una osificación inferior al 25% de la cresta ilíaca, hasta el estadio 5 que indica la infusión completa de la osificación. Esta progresión puede producirse en un plazo de uno a tres años.

La facilidad de aplicación de este sistema de clasificación ha llevado a su adopción generalizada tanto en clínica como en la investigación.

Sin embargo, investigaciones recientes indican que la fase de aceleración de crecimiento puede coincidir totalmente con una fase Risser 0, lo que puede inducir a error en el tratamiento posterior.

 
Para complicar aún más la situación, aunque la escala de Risser se utilizaba desde mediados de los años 50 en Estados Unidos, fue adoptada tiempo después con modificaciones en Francia y otros países europeos. Aunque reciben el mismo nombre, estos sistemas presentan importantes diferencias que podrían llevar a elegir de forma diferente cómo, y cuándo tratar a los pacientes con escoliosis.


Los estudios han demostrado que el sistema de clasificación de Risser francés infravalora de manera uniforme la excursión de osificación en comparación con el sistema de clasificación de Risser estadounidense, y podría ser una fuente de mala comunicación y confusión descriptiva en la literatura científica y en el tratamiento de los pacientes

La escala de Sanders

Dado este contexto en 2008 James Sanders y su equipo en la Universidad de Rochester (EE.UU) desarrollaron un nuevo sistema que aprovechaba la extensión de la osificación carpiana y metacarpofalángica y la fusión evidenciada en una radiografía de la mano izquierda, como indicador de la madurez del esqueleto.

Se identifican ocho etapas. La etapa 3 y la etapa 4 corresponden a la fase de aceleración del crecimiento óseo.

La etapa 8 es la etapa de madurez y corresponde al grado 5 de Risser.

La escala de madurez de Sanders ha demostrado ser el mejor predictor de la fase de aceleración de la curva de crecimiento.

Risser vs Sanders

Sin embargo, estudios recientes han demostrado un desajuste sustancial entre ambas medidas que puede llevar a una discrepancia a la hora de evaluar el grado de crecimiento residual y, posteriormente, el tratamiento recomendado.

Investigaciones por Minkara et.  al. indica que 1 de cada 5 pacientes estaría infratratado si se tratara según los criterios de Risser.

 

Los autores concluyeron que, dada la limitada sensibilidad de Risser durante la velocidad de crecimiento máxima, el alto riesgo de desajuste, y la menor fiabilidad inter observador, la clasificación de Sanders debería utilizarse para guiar las opciones de tratamiento en pacientes con EIA.

Sin embargo, esta investigación estaba limitada por su diseño retrospectivo, y el debate entre los especialistas es aún para resolver.

EN CONCLUSIÓN

La estimación de la madurez del esqueleto en los niños y adolescentes con escoliosis es crucial para determinar su probabilidad de progresión.

Los estudios científicos han demostrado una y otra vez que el riesgo de progresión de la escoliosis aumenta drásticamente en función del tamaño de la curva y del grado de madurez del esqueleto del paciente.
Dado que los niños crecen y maduran a ritmos diferentes, dos niños de 11 años pueden tener edades esqueléticas/óseas drásticamente diferentes y, por tanto, riesgos de progresión diferentes.

Aunque existe escalas para estimar el grado de madurez del esqueleto basado en radiografías, aún falta una herramienta única aceptada por todos los especialistas.

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