Hace más de un siglo que se estudia la escoliosis idiopática del adolescente (EIA) sin que se haya encontrado la causa que explique su aparición, la variedad de patrones y las diferentes formas de comportarse de cada curva.
La idea más aceptada es que no existe una única causa, sino que intervienen una serie de factores:
- genéticos,
- del crecimiento y desarrollo,
- neuromusculares,
- metabólicos,
- hormonales
Más recientemente, se suman a estos factores clásicos los factores ambientales, posicionado a la epigenética, las modificaciones del ADN que no cambian la secuencia de ADN pero suelen afectar la actividad genética, como un elemento modulador clave en el origen o causa (la etiopatogenia) de la enfermedad.
Los primeros estudios genéticos sobre EIA se remontan a la década de 1930, y desde entonces la genética figura como el factor etiológico más estudiado. Sus hallazgos soportan el carácter poligénico de la enfermedad.
El estudio genético de la EIA se ha abordado en dos direcciones:
- análisis de genes candidatos y,
- estudios de asociación de todo el genoma (GWAS).
Análisis de genes
Por su hipotética función se han referido genes candidatos relacionados con:
Sin embargo, el no tan amplio número de casos/controles y de grupos étnicos estudiados atentan contra la fiabilidad y robustez de los hallazgos, siendo aconsejable replicar los estudios con grandes cohortes independientes
Estudios de GWAS
A partir de los años 2000 los estudios de GWAS han identificado varios loci en los cromosomas 1, 5, 6, 9, 16, 17, 19 y X, relacionados con el inicio de la escoliosis, o con el riesgo de progresión. Los genes polimórficos LBX1, GPR126, BNC2, PAX1, BCL2, PAX3/EPHA4, AJAP1, SOX9, KCNJ2, MIR4300HG son identificados como las regiones del genoma que albergan los polimorfismos de único nucleótido (SNPs) significativamente asociados al riesgo de inicio de EIA.
Así por ejemplo LBX1 está implicado en la etiología miogénica y neurogénica de la enfermedad; GPR126 es un receptor acoplado a proteínas G al que se le sugiere un papel en el desarrollo de la columna vertebral, la morfogénesis del anillo fibroso y la supervivencia de los condrocitos; BNC2 es un factor de transcripción que se expresa en médula espinal, hueso y el cartílago y cuya ganancia de función aumenta el riesgo a la curvatura vertebral. Varios estudios reconocen el papel de PAX1 en la condrogénesis y esqueletogénesis axial, por lo que su deficiencia se manifiesta como escoliosis.
Otros loci interesantes son TNIK, TCF4, PAX3, MyoD y MEIS1, cuyas variantes propician la expresión asimétrica de la vía Wnt/beta-catenina en el músculo paraespinal bilateral, poniendo de relieve el papel potencial de esta vía de señalización en el desarrollo de la EIA.
A su vez, se ha identificado SNPs en los genes ESR1, ESR2, MATN1 e IGF1 que proporcionan información sobre la progresión de la curvatura y otros que lo hacen sobre la respuesta de los pacientes a la ortesis (ESR, TPH1 y MTNR1B).
Se ha reconocido que las contribuciones de los SNPs individuales al riesgo de sufrir una enfermedad suelen ser pequeñas, pero los efectos agregados son medibles y potencialmente informativos. Una aproximación válida sobre este postulado es el uso de la «puntuación de riesgo poligénico (PRS)», que suma los efectos de las variantes génicas comunes asociadas al rasgo en todo el genoma, ponderados por el tamaño de sus efectos. En teoría, una PRS podría utilizarse para identificar a los individuos de alto riesgo antes de la aparición de la enfermedad o a los individuos con más probabilidades de tener curvas progresivas.
En Parte 2 de este entrega sobre la genetica y epigenetica de la EIA descubrirá como los SNP puedes ser utilizado para identificar individuos con un alto riesgo de EIA