«Trazando mi Camino: Una historia personal de la Escoliosis Idiopática del Adolescente»

«Trazando mi Camino: Una historia personal de la Escoliosis Idiopática del Adolescente»

En una revisión rutinaria en el colegio, vieron alguna asimetría en mi espalda, lo que hizo que me derivaran al traumatólogo. 

A los 11 años debuté, como dice en el informe clínico, con 14º en la curva dorsal. 

A los 11 años debuté, como dice en el informe clínico, con 14º en la curva dorsal. A esa edad no me había desarrollado aún así que, cuando llegara ese momento podían pasar dos cosas, me dijeron, que se corrija la curva o que se libere.

Érase una vez…..

En este ínterin, el cuerpo puede cambiar mucho por eso decidieron que tenía que hacer mucha natación y rehabilitación. Como siempre he hecho mucho deporte, entre ellos la natación, no encontré ningún “esfuerzo” a mayores. Un ejercicio más, pensé y así fue como lo incorporé en mi día a día.

El desafío radica en encontrar un equilibrio en el tratamiento de la escoliosis, donde los profesionales médicos midan y evalúen tu radiografía, pero sin que tu pierdas la conexión con tu propio cuerpo y lo consideres tarado. Pero ¿cómo se hace?

Los crecimientos llevan cambios…

 

Llegó el momento de cambio, y vaya que fue un cambio.

Mi columna decidió ir por libre y es por esto por lo que tuve que llevar durante un tiempo un corsé.

Concretamente tuve que llevar dos tipos: un Boston y luego un Cheneau. Si no se podía corregir la curva, lo que se pretendía era frenar el crecimiento de la curvatura por lo menos, hasta que se terminara mi crecimiento y así, evitar una posible cirugía.

Durante esa etapa, me acuerdo que, fue el final del colegio y prácticamente durante todo el Instituto, estuve en frecuente contacto con traumatólogos y la ortopedia porque llegué a crecer hasta 4 cm en solo 4 meses y obviamente hubo que modificar las medidas del corsé varias veces. 

No sé muy bien cómo lo enfocaron mis padres ni mi responsabilidad en cuanto a que tenía que ser muy disciplinada con su uso, pero recuerdo que lo fui. 

No me preguntaba si me apetecía o no ponerlo porque claramente no me apetecía, me veía más guapa sin él.

Un uso de casi 24/7. Digo casi porque me lo quitaba 3 o 4 horas el sábado por la tarde cuando quedaba con mis amigos. Es poco tiempo y a la vez mucho. En solo ese período cuando volvía a meterme en el corsé sentía como si me hubiese expandido y me costaba apretar las cinchas de nuevo. Luego, sorprendentemente, me sentía mas a gusto cuando estaba con él que sin él.

Nuestra relación era una especie de amor-odio.

A los 17 años aproximadamente me quitaron el corsé porque al haber terminado mi crecimiento ya no era efectivo. Ahora solo quedaba un trabajo autónomo, consciente y arduo.

En esta época mi curva ya estaba en 45 º.

En casa, mis padres siempre me han animado a tener una buena actitud frente a las dificultades; no es fácil. Intentaba tener una buena actitud pero me costaba mucho trabajo dejar de hacer las cosas típicas de una niña de mi edad por seguir con el tratamiento adecuado para mi columna o aguantar depende qué comentarios duros para cualquier persona que no tiene culpa de tener un problema así.

¡Mi columna era una rebelde!

Un día me cansé de luchar contra el curso natural de una columna que por mas que me esforzaba hacía lo que le daba la gana. ¡Mi columna era una rebelde! No quise saber nada mas de médicos porque cada vez que acudía a consulta, me decían que había aumentado y llegado un punto habría que operar. Como había hecho siempre deporte e incluso gimnasia rítmica tenía mucha flexibilidad y a mi la espalda no me dolía.

Al terminar mis estudios en la universidad me animé de nuevo y quise retomar el seguimiento de mi columna acudiendo a la consulta de un traumatólogo. Yo intuía que había empeorado y no porque tuviera dolores sino porque veía mucha asimetría cuando me miraba en un espejo o incluso porque era consciente de que evitaba mirarme en algún escaparate.

Efectivamente, el doctor a parte de carecer de la más mínima empatía me dijo que había empeorado desde el último informe que le llevé y ya tenía una escoliosis quirúrgica; la única solución era una intervención anteroposterior.

 Salí con 65º.

Nada mas salir de la consulta, recuerdo que le comenté a mi madre entre lágrimas que me daba igual estar torcida, que si me tenía que operar lo retrasaría lo máximo posible y no quería volver a saber nada más de médicos.

Empecé a trabajar y dejé de lado el tema de la escoliosis. Sé que tenía un problema, sé que en cuanto a ejercicios yo hacía lo que estaba en mis manos y entendía que tenía que vivir con eso aunque no quisiera. La escoliosis durante toda mi adolescencia y juventud ha sido una gran desconocida para la sociedad y por ende, para mí en cuanto a tener algún tipo de información, saber sus causas, tratamientos, tipos, etc.

Pero un día y gracias a internet, vi que había una asociación de escoliosis en Valladolid, donde residía. Apunté la dirección y fui con mi madre a hacerles una visita.

La sensación que sentí de alivio no la puedo expresar con palabras. Saber que había más gente como yo, con escoliosis, que hablábamos el mismo idioma, no lo había experimentado nunca, es decir, que cualquier mínimo detalle o sensación que yo tenía, alguien lo había tenido o lo estaba experimentando. Desde la presidenta de la asociación, que era una afectada, hasta niños que se estaban tratando de este problema de columna vertebral. Hasta ese momento, el único sitio donde me había sentido querida y aceptada era en mi casa.

¿He llegado a casa?

El conocer a gente en la asociación y ver que hay especialistas en escoliosis que yo desconocía por completo, me hizo volver a mirar “de frente” a mi escoliosis. 

Así que, acudí a consultas con especialistas, me preparé físicamente durante meses hasta que, con 32 años me intervinieron quirúrgicamente en León, por vía posterior, con unos 75°.

Mi vida ha estado y está ligada a la escoliosis, no tengo opción.

Lo que si que intento es que mi vida no gire en torno a ella, hay muchas cosas importantes a las que darle prioridad.

Como paciente escoliótica intento ayudar a otras personas que están en la situación que yo pude estar en su día, hablar, escuchar, … hacer una terapia de ayuda mutua porque al fin y al cabo,  también me ayudan a mí.

Sobre El Autor:

Alicia Fernández

Nací en el año 1979 en León. He pasado mi infancia en Burgos, la adolescencia en Ponferrada, y la juventud en Valladolid.

Me quedé huérfana de padre con solo 16 años y eso me hizo madurar a ritmos adelantados.

He cursado estudios empresariales, de Trabajo Social y en la actualidad estoy estudiando Psicología.

¡Cada vez me cuesta más pero me gusta aprender cosas nuevas!

Desde el 2011 colaboro con la asociación de escoliosis, ADECYL. Allí, he conocido a gente maravillosa que hoy en día, se han convertido en parte de mi familia.

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